jueves, 16 de noviembre de 2023

Dies irae

 

Traducción

Día de la ira; día aquel

en que los siglos se reduzcan a cenizas;

como testimoniaron David y la Sibila.


¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

a juzgar todo estrictamente!


La trompeta, esparciendo un sonido admirable

por los sepulcros de todos los reinos

reunirá a todos los hombres ante el trono.


La muerte y la naturaleza se asombrarán,

cuando resucite la criatura

para que responda ante su juez.


Aparecerá el libro escrito

en que se contiene todo

y con el que se juzgará al mundo.


Así, cuando el juez se siente

lo escondido se mostrará

y no habrá nada sin castigo.


¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?

¿A qué protector rogaré

cuando ni los justos estén seguros?


Rey de tremenda majestad

tú que, al salvar, lo haces gratuitamente,

sálvame, fuente de piedad.


Acuérdate, piadoso Jesús

de que soy la causa de tu calvario;

no me pierdas en este día.


Buscándome, te sentaste agotado

me redimiste sufriendo en la cruz

no sean vanos tantos trabajos.


Justo juez de venganza

concédeme el regalo del perdón

antes del día del juicio.


Grito, como un reo;

la culpa enrojece mi rostro.

Perdona, señor, a este suplicante.


Tú, que absolviste a María (Magdalena)

y escuchaste la súplica del ladrón,

me diste a mí también esperanza.


Mis plegarias no son dignas,

pero tú, al ser bueno, actúa con bondad

para que no arda en el fuego eterno.


Colócame entre tu rebaño

y sepárame de los machos cabríos

situándome a tu derecha.


Tras confundir a los malditos

arrojados a las llamas voraces

hazme llamar entre los benditos.


Te lo ruego, suplicante y de rodillas,

el corazón acongojado, casi hecho cenizas:

hazte cargo de mi destino.


Día de lágrimas será aquel día

en que resucitará, del polvo,


para el juicio, el hombre culpable.

A ese, pues, perdónalo, oh Dios.


Señor de piedad, Jesús,

concédeles el descanso. Amén.


* * *


Este himno del siglo XIII fue atribuido a diversos autores, pero no se pudo establecer quién lo compuso. Se lo suele situar entre los mejores poemas en latín medieval.


El poema describe el día del juicio final, con la última trompeta llamando a los muertos ante el trono divino. El inicio está inspirado en el libro de Sofonías 1, 15-16: "Día de ira es aquel día, día de angustia y aflicción, día de devastación y ruina, día de tinieblas y oscuridad, día de nubes y densas nieblas; día de trompeta y alarma contra las ciudades fuertes y las altas torres". También alude al oráculo de la Sibila Eritrea, citada por San Agustín en La Ciudad de Dios, Libro XVIII, capítulo 23.


Este himno se usó como secuencia en la Misa de difuntos del rito romano a partir del siglo XIV.


* * *


Aquí se puede escuchar o descargar la secuencia registrada por los frailes dominicos de la provincia polaca, según la notación del Gradual Dominicano.


* * *


Esta es la traducción en versos de la Revista "Número".


Día airado el que en tu riza

vuele el orbe hecho ceniza

cual David lo profetiza.


¡Qué temblor en cada pecho

cuando tras de tu derecho

nos aguardes en acecho!


Un clangor extraordinario

llamará sobré el osario

a los hombres al Santuario.


Estupor tendrá la muerte

cuando vea al hombre inerte

levantarse de tal suerte.


Verá el mundo el libro abierto

donde queda al descubierto

todo humano desacierto.


¿Quién será el que se resista

cuando el Juez al juicio asista?

Nada oculto habrá a su vista.


¿Qué diré yo miserable?

¿quién habrá que por mí hable,

cuando el justo es despreciable?


Rey de inmenso poderío

que si salvas eres pío,

sálvame, refugio mío.


¿No recuerdas que llevaste

mi natura y la purgaste?

No me pierdas si me amaste.


Si buscándome sufriste;

si en la Cruz me redimiste,

no malogre lo que hiciste.


Justo Juez de la vindicta;

da el perdón a mi alma aflicta

antes de la cuenta estricta.


Reo soy, me tiene opreso

la vergüenza de mi exceso:

ten piedad pues me confieso.


Si a María la absolviste

y al ladrón su ruego oíste,

esperanza a mí me diste.


Falto y pobre es el mi ruego,

mas acéptalo en sosiego:

no me arrojes en el fuego.


Dame un sitio eh el rebaño

de tu diestra; donde el daño

no reciba del engaño.


Ponme aparte del impuro

que confundes en lo obscuro,

llámame a tu seguro.


Pídote Señor, contrito

bajo el peso del delito,

que mi fin sea bendito.


Día triste y lacrimoso

aquél en que del reposo

llames al hombre a tu juicio.

Séale tu amor propicio.[1]



[1] Versión de la Revista "Número" Nº 11, septiembre de 1930, pág. 108.


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