viernes, 24 de junio de 2016

Ut queant


Para que puedan cantar debidamente
Los devotos, tus grandes maravillas;
Limpia de culpa sus labios mancillados,
Oh San Juan.

Un mensajero que viene de lo alto,
Revela a tu padre tu nacimiento,
Tu nombre, el curso de tu vida,
Le da a conocer.

Él, dudando de la promesa celestial,
Pierde el uso del habla,
Pero con tu nacimiento restauraste
Los órganos de su voz perdida.

Recostado en el claustro materno,
Habías sentido la presencia del Rey en su aposento;
De ahí que tus padres, por tus méritos,
Profetizaran.

Gloria al Padre y al Hijo unigénito,
Y al Espíritu Santo sea siempre
El mismo poder de ambos:
Un solo Dios por toda la eternidad.
Así sea.

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Este himno se atribuye a Pablo Diácono (†800). Alcanzó celebridad por el hecho de que Guido de Arezzo (†1050) se sirvió de la melodía de la primera estrofa de este himno, para denominar los tonos del hexacordo, por él introducido: ut, re, mi, fa, sol, la. Luego el do (Dominus) sustituyó al ut, porque la consonante final dificultaba el solfeo; y se agregó el si (Sancte Ioannes).


El mismo Guido de Arezzo dice la causa de esta denominación es que: "Este himno empieza en sus primeras seis partes con seis diferentes tonos ascendentes. Quien ejercitándose haya llegado a retener de memoria el comienzo de estas seis partes, será capaz de dar fácilmente con los seis tonos dondequiera que se encuentren".

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Aquí se puede descargar este himno cantado por los monjes de la Abadía de Solesmes.

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Aquí se puede leer la traducción en versos de Francisco Luis Bernárdez.

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