Para que puedan cantar debidamente
Los
devotos, tus grandes maravillas;Limpia de culpa sus labios mancillados,
Oh San Juan.
Un mensajero que viene de lo alto,
Revela
a tu padre tu nacimiento,Tu nombre, el curso de tu vida,
Le da a conocer.
Él, dudando de la promesa celestial,
Pierde
el uso del habla,Pero con tu nacimiento restauraste
Los órganos de su voz perdida.
Recostado en el claustro materno,
Habías
sentido la presencia del Rey en su aposento;De ahí que tus padres, por tus méritos,
Profetizaran.
Gloria al Padre y al Hijo unigénito,
Y
al Espíritu Santo sea siempreEl mismo poder de ambos:
Un solo Dios por toda la eternidad.
Así sea.
* * *
Este
himno se atribuye a Pablo Diácono (†800). Alcanzó celebridad por el hecho de
que Guido de Arezzo (†1050) se sirvió de la melodía de la primera estrofa de
este himno, para denominar los tonos del hexacordo, por él introducido: ut, re, mi, fa, sol, la. Luego
el do (Dominus) sustituyó al ut, porque la consonante final dificultaba el
solfeo; y se agregó el si (Sancte Ioannes).
El
mismo Guido de Arezzo dice la causa de esta denominación es que: "Este
himno empieza en sus primeras seis partes con seis diferentes tonos
ascendentes. Quien ejercitándose haya llegado a retener de memoria el comienzo
de estas seis partes, será capaz de dar fácilmente con los seis tonos dondequiera
que se encuentren".
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Aquí
se puede descargar este himno cantado por los monjes de la Abadía de Solesmes.
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Aquí
se puede leer la traducción en versos de Francisco Luis Bernárdez.
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